Bueno, como algunos se habrán dado cuenta, Palabras Simples ha vuelto a cambiar su piel, esta vez ya no para deleite gráfico y solaz de los ojos entendidos en materias de diseño, sino para facilidad y claridad en la lectura. La errática fuente que se ha observado en estos últimos post responden, supongo, a una codificación o algo que me impide unificar las fuentes de entradas publicadas con anterioridad. Sepa el lector que intentaremos por todos los medios solucionar tal descalabro grafológico. Por tanto, ofrezco también las disculpas del caso.
En estos minutos, de esta mi nueva, buena, bella vida de padre, espero con paciencia mientras Ella e HIja realizan el hermoso acto, una, de alimentar, la otra, de alimentarse. La cena de Navidad se ve pintosa, huele increíble y se insinúa opípara: esa mezcla cultural tan chilensis de tomates de estación, ensaladas de palta y cebolla, con injertos del hemisferio norte como pavo asado y pan de pascua. Acá me quiero detener y protestar: ¡Hasta cuándo el queque más calórico que pueda imaginarse, cuya masa incluye, entre otras cosas, ron, azúcar, pasas, fruta confitada, nueces, almendras, escencias, lo consumimos iniciadito el verano!
En fin, reflexiones más o menos, la cena avanza, los comensales acaban - sí, primera vez que escribo "en vivo" - acaban, digo, de llegar y la cosa va tomando forma de Navidad en familia. En Familia, qué digo. Primera cena navideña con mi mujer y mi hija, viviendo juntos, gozando esta aventura juntos.
Todo esto es para desearles, como dice el viejujo al final de Jerry Maguire "mi clase de felicidad", una hecha más de decisiones, gestos y personas que de cosas. Un enorme abrazo a todo lector y lectora. Feliz Navidad.