Es cierto, mi opinión viene desde un pensamiento profundamente agnóstico y de una visión bastante negativa – por crianza, conocimiento y contemplación – de la Iglesia Católica, no sólo de sus dignatarios, purpurados y demás, sino también de sus adalides laicos (casi digo “civiles”), en especial de aquellos que, parados en una tarima pública, frente a cámaras, debates y discursos, pretenden que todos y cada uno de los Chilenos pensemos, sintamos y vivamos como lo manda Su Santidad.
Todo lo anterior sirve de introducción al tema, tan vigente en nuestro querido Chile, de la famosa Píldora del Día Después, o Anticonceptivo de Emergencia. La píldora en sí misma, no se entienda mal, no es mi tema: cómo actúa, bajo que principio bioquímico o de qué orden son las hormonas o dosis de hormonas que la hacen funcionar o no, etc., no son mi tema. No soy experto en la materia, nunca fui bueno para las ciencias naturales, por eso no hablo de eso. Mi tema es otro, que de eso sí conozco. Mi tema es la tendencia irritante de la Iglesia Católica a meterse en temas que no le corresponden. Nuevamente, no se entienda mal, acá cualquier institución o persona DEBE opinar lo que le plazca, pero lo grave es cuando la Iglesia interfiere en el desarrollo correcto y eficiente de una política pública. Hace más de 5 años que la píldora se comercializa en Chile para cualquiera que tenga el dinero para adquirirla. Eso, en los sectores conservadores de la sociedad, tan conspicuos y rectos, parece habérseles olvidado. Su niñita de 15 con la cama activa puede tomar las precauciones que sean necesarias, píldora incluida, por precios por lo demás convenientes a bolsillos abultados. La honra a salvo, pueden volver a la moral, pueden confesar o hasta meterla a monja, a la pobre niña que cometió el gran pecado de tener sangre en las venas, y veamos cómo limpiamos la imagen. La moral y los principios de la Iglesia, para el que mire, están intactos. Pero ¿Qué pasa cuando el Gobierno, en una de sus medidas que más aplaudo, decide que también las adolescentes que no tienen plata tienen derecho a planificar su natalidad? Escándalo. El antecedente es el condón: está muy bien que Joaquín pague 4 mil pesos por una cajita de Lifestyles para Juaquito, pero qué horror, qué debacle moral, que Puerta Abierta a los Pozos Llameantes de Luzbel si ese condón se entrega en consultorios y urgencias populares a Juan, a Pedro, a Manuel. Lo mismo la píldora.
Una Iglesia que esgrime la defensa de la vida como argumento para impedir, o intentarlo a través de parlamentarios y alcaldes conservadores, una planificación familiar inteligente en los tiempos que corren, apoyándose, además, en la inclinación de la duda razonable hacia el lado de que la píldora es abortiva – resolviendo, de paso, una duda que es vieja como la humanidad: cuándo comienza la vida – es una Iglesia que, sencillamente, falla en ver de qué va el siglo XXI en materia de sexualidad adolescente. El Gobierno - una buena - opera desde la lógica sensata de que es imposible decirle a un adolescente, por los factores que sean, que no tenga sexo. Mejor, démosle condones para que no se contagie de SIDA, mejor repartamos anticonceptivos de emergencia, porque tal vez a la adolescente de La Pintana no le hicieron el amor, Arzobispo, a lo mejor la violaron, a lo mejor la drogaron. A lo mejor sus padres, genuinamente y con justo derecho no son cristianos. (Eso es lo que duele, ¿No?). Como sea, tiene cada cual el derecho de decir, creer, hacer y vivir como quiera. Los Católicos, Diputado, también tienen relaciones prematrimoniales, y aun casados tienen amantes, van a prostíbulos, sus hijos tienen sexo a los 15 y usan condón, las niñitas la pastilla y, a veces, también, una que otra paga su milloncito para abortar silenciosamente. No nos hagamos los huevones, Alcalde, la mejor forma de enfrentar esto es la masificación del acceso. La salud pública no puede, no debe, ser un debate moral. Además, acá nadie está obligando a nadie a tomar la píldora. Pero dudo seriamente de que ustedes, distinguidos, no la usarían dado el caso.
Un saludo desde acá.
En la foto, María Soledad Barría, Minsitra de Salud de Chile.