martes, 7 de agosto de 2007

Angie

Un buen día a mi barrio llegó una perrita, no muy pequeña, aunque muy joven, a lo sumo un año. Enferma, con la piel casi completamente pelada, miraba con el único deseo de los perros - una gracia, un cariño, si te sobra, dame un hueso para roerlo - pero nadie se le acercaba demasiado, temiendo el contagio. Hasta que un alma bondadosa en extremo se acercó, la rescató, alimentó y, con ayuda de la ciencia, comenzó a sanarla. Por cierto, aquella alma ha hecho, y seguirá haciendo, sospecho, muchas veces tal acción del simple y puro amor: sanar, acoger. Por cierto, también, por problemas de espacio y de recursos, la perrita no ha sido oficialmente adoptada, mas sí atentida con esmero en su lugar, la calle. Unas tres semanas y la sanación ya estaba casi completa.
Ayer un taxi colectivo la atropelló. Quedó bastante herida, pero sin daños mayores, salvo una herida perversa en el vientre, según un primer análisis. El hijo de puta siguió su camino. Era media mañana, la "hora buena" de un paradero pocas cuadras más allá. Nos vas a dejar de ganar 350 pesos por una perrita. Además, a nadie le interesan los animales de la calle.

2 comentarios:

David dijo...

Medio tartamudo con la historia. Esperemos que la fuerza del cariño se imponga y todo marche mejor tanto en los caninos como en los caminos.

Suerte con Trakto!

Aguante, Bigfella!

Paula dijo...

so sad